Puede ser primavera u otoño. En todo caso, está apenas fresco, ya es de noche pero todavía falta un rato largo para la hora de cenar. Voy a la plaza. Podría salir a dar una vuelta si lo único que quiero es hacer tiempo, pero me pongo la plaza como destino. Mientras salgo de casa, con las llaves en mano, sé por qué cuadras voy a caminar, en qué punto exacto del recorrido voy a cruzar la avenida, en qué banco me voy a sentar. Sé que las puertas automáticas del supermercado se van a abrir cuando les pase por al lado, que va a haber dos o tres personas haciendo cola en el kiosco por su ración nocturna de puchos, que el olor de la lavandería, ya cerrada, se va a mezclar con el del humo del 140 y que me va a dar hambre.
El banco está ocupado por una pareja de unos cuarenta años que toma mate en silencio. Me siento en el borde de la fuente, forma elegante de llamar al piletón de cemento que desde que vengo a esta plaza nunca tuvo agua. Un par de pibes de no más de once años aprovecha la gran pista con forma de paralelogramo imperfecto para andar en patineta; un grupo de amigas adolescentes (no veo bien ya, creo que son adolescentes, creo que son amigas) están sentadas del otro lado de la fuente a varios metros mío. Las tengo justo enfrente pero la forma imposible de la fuente hace que ellas no hagan contacto visual conmigo. Se ríen de algo, no llego a escuchar de qué hablan.
Hace mucho que no pensaba en vos. Bah, mucho. Bastante. Unos días. No sé porqué me acuerdo de vos de repente. Supongo que es la brisa que se levantó: la vez que nos vimos te quejaste de la brisa toda la noche. Pienso que hace mucho que no te veo conectado. Que cuando te vea conectado te voy a hablar, esta vez te voy a decir algo. Puedo arrancar poniendo que soñé con vos. Sí, puede ser eso. La conversación sería algo así:
Etcétera.
Claro que en realidad lo del sueño sería mentira. Yo sé que te fuiste a Salvador porque te encontré en Facebook y tenés abierto el muro para que lo lean todos los usuarios. Tenés que tener cuidado con eso. Obvio que eso en el Messenger no te lo voy a contar porque no quiero que pienses que te estoy stalkeando. Así que arranco con lo del sueño, que está bueno porque demuestra un interés hacia vos, pero un interés forzoso, casual, del que no me puedo hacer demasiado cargo. Como que a pesar de que no hayamos hablado más, no me olvidé de vos. También esto de Brasil deja en el aire la posibilidad como que hay una conexión entre nosotros (en la que de todas maneras creo, aunque no haya efectivamente soñado con vos). La verdad es que voy a tener un poco de miedo de que no sepas quien te está hablando, de que no te acuerdes de mí; ya pasaron unos meses. Voy a poner la foto de cara que me saqué en la playa, es de hace un par de años pero estoy casi igual. Lo del dentista y Brasilia es verdad, tanto no sé fabular. Y ya te saco el tema de las vacaciones y después de ahí no necesito planear demasiado la charla, somos buenos conversadores los dos, me parece.
Uno de los pibes vuela del skate y se va de cara al piso. El ruido es espantoso; supongo que es uno de esos ruidos que no querés escuchar cuando sos padre porque sabés lo que significa. La pareja cuarentona corre a verlo; no se me ocurrió que podían ser los padres de alguno de los chicos. No creo que lo sean tampoco. Las chicas también se acercan, un poco más lentamente. Te tengo que dejar, hablamos pronto, un beso.
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